Entre semana, gusto de salir al café de tarde, a menudo con pasta.
En este garito hay wifi gratis, precios bien y puedo entrar con los perros. Antes, cuando lo tenía Albert, su rollo culturista resacoso apenas conseguía atraer a borrachos ingleses para llegar a final de mes. En navidades lo traspasó. Temí que la nueva dirección cambiara su política respecto a mascotas y redujera nuevamente mis centros de escritura. No fue así. La nueva pareja lo lleva en plan cafetería de viejos y gatas con niños.
Cada vez hay más. Gatas. Unas con hijos bebés, de aperitivo, otras con el padre y la madre, otras.. de atribuladas curvas sosteniéndose sobre taburetes de tres patas. Los ingleses siguen viniendo -aunque creo que solo los sobrios- algún abuelo, de los de demencia senil aparente, se dejan aconsejar a la hora de si les gustaba tomar el café sólo o con leche.
El guirigay que suena de fondo no es estridente en exceso. Los altos techos abovedados absorben parte de la cacofonía. Raro es el día en que las risas no enturbian el buen jazz, más las sonrisas -y el grato movimiento de culos- permiten la relajación de los sentidos a la hora de componer escritos ajenos.
Cuánto hay de las vidas ajenas en nuestros escritos diarios..