Te he dejado hacer -cómo iba a evitarlo?- apoyada en el botellero de detrás de la barra.
Tu minifalda…
Su. Su minifalda, quiero decir, -aparte de babosear mi lujuria, nada nos une- era de color amarillo, el delantal de color negro mucho más largo dejaba ver sus rodillas apenas. Cuando se giraba, el culo respingón marcaba los glúteos bien formados bajo la mínima tela amarilla.
Mientras hablaba con los clientes se apoyaba -su pubis se apoyaba- en el canto del botellero de puertas correderas. Los discretos y rítmicos envites pélvicos le permitían un roce contra el duro metal confiriéndola un placer oculto a la clientela. Desde mi posición, en el córner de la barra, podía seguir sus casi imperceptibles movimientos reflejados en la cristalera del ventanal trasero.
A los pocos minutos, mientras escuchaba boquiabierta al cliente de turno.. por un mínimo instante nuestras miradas se han cruzado. Ella, rápida, se ha dado cuenta de hacia dónde miraba y, tras lanzarme una mirada ¿reprobadora? ha continuado hasta permitirse la descomposición de sus facciones transmutándose a las de una colgada corrida.
Mientras sentía que algo revivía allá abajo, entre mis piernas, me he permitido un guiño cómplice.
– Cuando puedas me cobras.. -he conseguido articular-
– Ya te vale. -me ha contestado- Podías haber esperado un poco más..
La gente es mucho más atrevida de lo que yo me imagino…
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Sólo hay que permanecer atentos..
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Sí, no se te escapa una…
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